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Andersen, el cisne de la LIJ

Alejandra Quiroz Hernández – 2 de abril de 2018

Hans Christian Andersen fue un personaje que lo intentó casi todo. Me lo imagino indagando sobre sí mismo en diversos terrenos artísticos, sintiendo la frustración de no destacar en algo que le entusiasmaba. Había llegado a la capital danesa con la intención de ser actor pero no lo consiguió. Tampoco pudo destacar como bailarín de ballet. Tuvo algo de suerte con sus dotes de cantante, al grado que fue conocido coo «El Ruiseñor de Odense». Sin embargo, sus habilidades de narrador lo consagraron como un escritor talentoso y potente.

Como el cisne majestuoso de «El patito feo», Andersen deslumbró a sus contemporáneos al introducir una dosis de fantasía en lo cotidiano. Para comenzar, se apropió de historias de la tradición popular con la intención de crear nuevas obras literarias. Solamente 7 de 200 historias parten realmente de un cuento de la tradición oral.

Sin pretensión academicista, en su escritura destaca un nuevo modo de contar las historias: pasa del «érase una vez» a la acción concreta. La voz narradora comenta sobre los hechos y suele dirigirse directamente al lector. Los personajes, contrario a lo que se cree, rompen los esquemas tradicionales de su época. Con gran maestría, Andersen desarrolla distintos modos de ser dentro de los cuentos de hadas

Destaca también el tratamiento que hace de algunos temas que, hasta el día de hoy, se consideran ajenos a la comprensión de niños y niñas. El propio Andersen explicó cómo nacían sus historias: «tomo una idea para adultos, y luego cuento la historia a los pequeños teniendo en cuenta que el padre y la madre a menudo escuchan, y también debo darles algo para sus mentes». Andersen tuvo el talento de introducir una perspectiva infantil en temas como la pobreza o la muerte. Su narrativa solía provocar una tristeza abrumadora, sentimiento que perduró en el recuerdo de sus lectores.

Estatua de Hans Christian Andersen junto al ayuntamiento de Copenhague. Fotografía de Andrea Quiroz (2017).

La obra de Andersen, rica también en comedia y sátira, ha sido adaptada a diversas manifestaciones artísticas, todas ellas dirigidas al público infantil. Hay experiencias afortunadas como la puesta en escena de Couac, realizada por Angélique Friant y la compañía Succursale 101 que hace de «El patito feo» un espectáculo que mezcla la danza, el teatro de sombras y la música para ofrecer una experiencia poética acompañada de las ilustraciones de Émilie Vast. Couac fue posteriormente desarrollado como un libro álbum que será publicado en breve por Leetra.

Por supuesto, son mejor conocidas las adaptaciones realizadas por la compañía Disney que, si bien no son malas, han edulcorado la versión original de las historias. Esto mismo ha provocado que se manifieste cierta oposición a los cuentos de hadas por considerarlos limitantes en el desarrollo de los personajes masculinos y femeninos. Haría falta ir a los textos originales de Andersen para descubrir la riqueza de la historia y no comprometer el criterio con derivaciones contemporáneas.

Andersen, como cisne de la literatura infantil y juvenil, abrió camino en la creación de historias dirigidas a la infancia. Su legado ha inspirado a otros grandes escritores como J.M. Barrie, Roald Dahl o J. K. Rowling. Con o sin final feliz, son esos relatos los que forjan una patria intangible en la que todos somos bienvenidos.