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¿Qué leemos?

Libros ¿sin palabras?

Alejandra Quiroz Hernández – 28 de febrero de 2018

Acostumbrados a una idea única del libro: el elemento que reconocemos más fácilmente es el texto. A veces revisamos un libro y rápidamente concluimos que no vale la pena si tiene pocas palabras. Es más, habrá quien diga que sin texto, no hay libro, punto. Seguramente suena a una idea muy cerrada pero es lo que se comparte entre el público. Hoy hablaremos de los libros sin palabras, aquellos libros que cuentan con puras imágenes.

Ilustraciones de Sylvia van Ommen para La Sorpresa (FCE; 2004)

Las historias que cuentan estos libros pueden ser lineales o tener cierta complejidad, en ambos casos están nutridas de recursos visuales. Cuando trabajamos con libros sin palabras, nos damos la oportunidad de reconocer la narrativa de las imágenes, un poder que ha quedado bajo la sombra de la palabra escrita.

Al poner en marcha la narración, estamos desarrollando el lenguaje. Escuchar a otros nos permite nutrir nuestro vocabulario y familiarizarnos con la estructura gramatical del idioma que hablamos. Además, habilita la improvisación, la anticipación y la inferencia. Fortalece nuestra capacidad de habla y escucha. Por otra parte, también acercamos a nuestros hijos a la lectura de imágenes y la apreciación estética.

Imagen de la exposición Silent books final destination Lampedusa, organizada por IBBY Italia

Tomemos en cuenta la experiencia de IBBY Italia en 2012, específicamente en la isla de Lampedusa, a la que llegan numerosas oleadas de personas refugiadas. Grupos de mediadores se acercaron a los recién llegados para integrarlos a la comunidad. Al contar historias propiciadas por las imágenes, hubo oportunidad de notar que se tiene mucho en común con los otros. Además, les permitió imaginar un mundo distinto. Esta estrategia fue posteriormente implementada por el equipo liderado por Cay Corneliuson de IBBY Suecia. Desde el otoño de 2015, se trabajó con libros sin palabras en bibliotecas públicas y centros de refugiados para integrar personas que no hablan sueco. La experiencia ha sido celebrada y multiplicada por todo el país.

Los libros sin palabras son libros sin fronteras. Invitan a las personas a compartir una historia independientemente de sus competencias lingüísticas, idioma, condición social y lugar de origen. Como dice Mariella Bertelli, una bibliotecaria que implementó el proyecto en Lampedusa: estos libros añaden un componente democrático a la experiencia de leer.

No olvidemos que los libros son siempre un punto de encuentro. Podemos reunirnos en torno a ellos para imaginar juntos y contar otra historia.