Alejandra Quiroz Hernández – 24 de enero de 2018
La escritura es una de las actividades primordiales de la escuela. Sin embargo, no siempre es desarrollada o estimulada en el plano literario. Esto ha incurrido en una deficiencia para consolidar un proyecto de lectura y escritura. Todo el tiempo se habla de leer una cantidad de tiempo diaria, o de tener tantos libros en casa. Casi nunca se invita a escribir.
El proceso de escritura no siempre es dulce: la mente se bloquea, la musa se torna esquiva, las palabras no cuajan, el ánimo está por lo suelos o la imaginación simplemente no fluye. Los alumnos, en su papel de escritores, deben buscar los términos adecuados para la historia que quieren contar. Entonces la escritura se torna una búsqueda, un juego de policías y ladrones que no cesa hasta encontrar las pistas que los ayuden a resolver el caso, que en este caso es un relato o un poema. Así, cada texto se escribe dos o tres veces antes de quedar listos.
Es cierto que más de uno pone resistencia a la escritura. Con argumentos como “yo no puedo escribir poesía” o “no tengo suficiente imaginación”, los alumnos dan rodeos a la invitación a participar en el Certamen. Luego de algunos ejercicios o ejemplos, comienzan a dar sus primeros pasos hasta sentirse cómodos y, entonces sí, creerse capaces de crear algo con sus propias palabras.
Ilustración de autor desconocido.
En cada palabra, los sentimientos e impresiones de los autores se ponen a flor de piel. Es posible que tras una ficción se asome algo de realidad que ha impactado al escritor. Aprovechar la cualidad versátil de la palabra nos permite, como autores, transportarnos a los mundos posibles que se nutren de nuestra experiencia; como lectores, nos concede un pasaporte para acceder a esos mundos y compartir sensaciones y reflexiones. La creación literaria es dinamita puesto que detona nuevas lecturas y nuevas historias.
A través de estos proyectos, nuestros niños y jóvenes se descubren a sí mismos; comienzan a reconocer en ellos una voz que gusta hablar sobre determinados temas; que tienen un ritmo para contar las cosas; que sus palabras los pueden transportar en el tiempo. Todo esto suma el encuentro de ellos mismos con su talento. Quizá a alguno le sirva para sentar las bases de una carrera destinada a la escritura. Otros, probablemente la mayoría, aproveche la oportunidad para compartir alguna inquietud. Lo importante es que la práctica de la escriutra ofrece la llave para abrir una puerta que descubre una gran pasión: la literatura.
Seamos sinceros, cuesta trabajo motivar a nuestros alumnos para que se decidan a escribir. Es necesario establecer un clima de confianza y seguridad para que se sientan cómodos y escriban una historia que, inevitablemente, sale de su corazón. Una vez hecho esto, habrá quienes se vuelquen sobre las hojas para llenarlas de recuerdos, fantasías o anhelos. No hay nada más auténtico que la poesía o el relato en el que podemos leer a la persona que lo ha escrito.
Escribir implica descubrir una voz y si esa voz no se plasma en la palabra, es necesario seguir buscando y escribiendo para llegar a ella. Por esto, impulsar proyectos de escritura constituye el escenario ideal para proyectar la voz de los niños y jóvenes: un muestrario de las perspectivas que estos tienen de sí mismos y su entorno.
Formar escritores en el aula: curso para docentes, bibliotecarios y promotores de lectura.