Alejandra Quiroz Hernández – 20 de octubre de 2021
Cuando daba clases de arte a niños y niñas, Brendan Wenzel solía escuchar la expresión «¡Hice un dibujo feísimo!». En una entrevista confesó que esa declaración le provocaba desconcierto. Detrás del proceso creativo de Todos vieron un gato se encuentra el deseo de mostrar que todos podemos dibujar.
Brendan Wenzel cree que cuando dibujas, compartes tu punto de vista sobre el mundo. De este modo, no podemos decir que hay dibujos feos o malos. Tu perspectiva puede adoptar diversas técnicas para llenar la página en blanco. Para este libro, Wenzel utilizó distintas técnicas artísticas para representar el punto de vista de los personajes de su álbum. En el caso de la abeja, recurrió al puntillismo para simular la visión fragmentada de este tipo de insectos.
Algunos interiores de Todos vieron un gato.
Este álbum sin palabras no solamente es una ventana al mundo del arte, también es una invitación a crear el propio. Joanne Liu había pasado un verano visitando el Museo de Arte Moderno de Nueva York y terminó inspirada para crear este álbum que le valió una mención en los premios Ragazzi de la Feria del Libro Boloña en su edición de 2018.
Contemplar una obra de arte nos afecta sensiblemente, es decir: nos toca. Puede causarnos emoción, desagrado o compasión. También nos hace mover la cabeza y adoptar distintas posturas para poder apreciarla plenamente. Otras veces nos remite a mirar el entorno con más atención. Justamente esto es lo que el protagonista del álbum nos muestra en cada una de las páginas.
Ilustraciones de Joanne Liu para Mi Museo.
Hanoch Piven, ilustrador y autor israelí, se percató de que era posible mirar a su alrededor y descubrir algo nuevo en los objetos de nuestro entorno. A esto se debe que recurra a la frase de Paul Valéry en la que el filósofo explica que “observar es olvidar el nombre de aquello que estamos mirando”. Fue así como llegó al mundo de la ilustración con una propuesta novedosa al hacer caricaturas con objetos. Puedes leer más sobre su trabajo en esta nota del blog.
La pluma violeta es el primer álbum de Piven. Se trata de un álbum fascinante en el que las ilustraciones están hechas con objetos. Las guardas te dan una pista de los materiales con los que están hechos los personajes. Mirar las páginas se vuelve entretenido y estimulante. El recorrido de la pluma violeta y la sorpresa del final es una clara invitación a seguir creando.
Guardas del libro La pluma violeta de Hanoch Piven.
Los finales no siempre son placenteros, mucho menos en las historias que nos han enganchado. Esta idea es la premisa de un álbum muy ocurrente que obtuvo el premio SERPA / Planeta Tangerina en 2017.
Tras explorar todas las razones por las que los finales no son buenos, el narrador de esta historia se propone arreglarlos. De tal manera, serán menos inesperados o desagradables. Es un gran pretexto para ponerse a escribir por cuenta propia poniendo cuidado especial en la manera en que va a terminar historia. Así, nadie tendrá ganas de corregir el final elegido. Todo un reto, ¿no?
Ilustración de Noemi Vola para ¿Fin? Esto no acaba así.
Si tienes ganas de crear por tu cuenta, echa un vistazo a este video donde te enseñamos dos técnicas de dibujo a partir de Todos vieron un gato de Brendan Wenzel.